La tierra no da tregua en Italia, vuelve a temblar, reaviva el miedo y echa abajo más edificios. Los equipos de rescate, que libran una batalla contra los elementos y el reloj, lo tienen cada vez más difícil.

"Las posibilidades de encontrar supervivientes, en estas condiciones, son cada vez menores. Pero necesitamos creer que todavía podemos rescatar a gente viva", explica Lorenzo Botti, portavoz de los Bomberos de Amatrice.

Como la esperanza es lo último que perder, siguen buscando, atentos a cualquier aliento entre los escombros y estallan de júbilo al salvar vidas como la de Giorgia, de 10 años, tras más de 17 horas sepultada en su habitación, en Pescara.

"La historia de los terremotos nos dice que días después aún se pueden encontrar supervivientes", Roberto Carmenuzzi, de Equipo de Salvamento, no pierde la esperanza.

Unas 30 unidades caninas están siendo cruciales para localizar a las víctimas, como a este niño y su hermano de pocos meses. Se trata de aferrarse a la vida entre la destrucción.

Son historias de gente que lo ha perdido todo y de gente que, aun no teniendo nada, se vuelca en ayudar. Decenas de migrantes y refugiados colaboran en las tareas de desescombro. Forman parte del ejército de más de 5.400 personas, policías, bomberos, voluntarios, que se han desplegado tras el desastre.