El 7 de septiembre de 2002 era un día más en la vida de Luisa Olivera y su hija Mariela Latsa, pero todo cambió cuando esta última salió de su casa de Lanús y no volvió nunca más.

Primeramente, la justicia comenzó a investigar, aunque tras estudiar la desaparición esgrimieron que se trataba de una desaparición voluntaria. Su madre se negó a aceptar esta hipótesis y su esmero ha dado sus frutos.

Luisa Olivera comenzó a buscar a su hija por su cuenta, recorrió diferentes morgues, rastreó la ciudad de Lanús y otras urbes argentinas, e incluso accedió a prostíbulos con la esperanza de volver a encontrarse con ella, pero nada dio frutos.

"Mariela estaba junto a su hermano Javier en la puerta de casa mientras tomaban mate, en un momento él entró y cuando volvió su hermana ya no estaba", confiesa Luisa Olivera en declaraciones al medio argentino Clarín.

Esta madre luchadora consiguió que la justicia argentina reabriese el caso hace unos pocos meses, las autoridades investigaron y encontraron en un cementerio de la ciudad de Lanús, un cuerpo de una joven similar enterrado unos días después de la desaparición.

Nadie en ese tiempo había pedido la apertura de esa tumba cuyas iniciales eran NN (no identificado). Al terminar las investigaciones, estas concluyeron que se trataba de Mariela.

Tras la apertura, se pudo dilucidar que pertenecía a Mariela Latsa y la madre culpa al gobierno de la nación de falta profesionalidad y de todo el sufrimiento causado durante estos 15 años.

Los familiares explicaron a Clarín que piensan darle una despedida acorde a Mariela, para empezar a curar las heridas de este largo duelo.