Vestidos con la sudadera del equipo favorito de Jack Pinto, los gigantes de Nueva York. En el funeral de su amigo, su vecino, su compañero los había que se abrazaban  y otros que sonreían no terminando de hacerse una idea de lo que significaba realmente de entender que ese chaval intrépido, deportista al que su jugador favorito de futbol americano dedicó el domingo este homenaje ya no volverá a retarles a ningún partido, ni a ninguna carrera. Como ocurre con Noah Pozner, el más pequeño de los veinte niños asesinados.

Lo que tocaba esta semana era celebrar el cumpleaños de su padre, que tanta ilusión le hacía a Noah y no su entierro, privado y según la religión judía, la de su familia.Pero así ha ocurrido en Newtown donde lo increíble se convirtió en realidad, como cuenta un vecino que el día de la matanza se encontró a seis niños en la calle sentados en la acera y se los llevó a su casa para protegerlos lo que le contaron todavía le emociona.

“Decían ‘no podemos volver a la escuela, no podemos volver a la escuela. Han matado a nuestro maestro’ y yo no podía creerlo” recuerda emocionado. Ahora el gran debate es si debe haber policías que como ellos protejan armados los colegios. En Connecticut, el miedo campa, y ya hay uno en la puerta de cada escuela. La pregunta  que se deduce es la mima de siempre, si hay que combatir a las armas con más armas o, por el contrario, reducir de una vez por todas el número de gatillos.