Los cataríes se apresuran a hacer acopio de provisiones por lo que pueda pasar: el cierre de la frontera saudí les ha dejado aislados por tierra del resto de la Península Arábiga. Todos los puertos, aéreos y marítimos de la zona están vetados a las compañías cataríes.

Arabia Saudí, Baréin, Egipto, Yemen y Emiratos Árabes han roto con Catar por, aseguran, apoyar a organizaciones terroristas como Daesh, Al Qaeda o los Hermanos Musulmanes. El punto de inflexión podría haber sido el supuesto pago de 1.000 millones de dólares a fuerzas con lazos con Irán y Al Qaeda, por el rescate de un grupo de halconeros -entre ellos, miembros de la realeza catarí- secuestrados en Irak.

Catar habla de calumnias y subraya que su compromiso con la paz es tal que la mayor base estadounidense en la zona está en su suelo. "Una campaña maliciosa quiere hacer de Catar un chivo expiatorio", señala Mohamed Al Kuwari, embajador de Catar en España.

Y en el punto de mira occidental, además de las inversiones del país más rico del mundo, el Mundial de Fútbol de 2022, al que países como Alemania se plantean no asistir. El emir de Kuwait intentará mediar ante el rey saudí, mientras el mundo pide diálogo para no agitar más un Oriente Medio ya de por sí volátil.