La sesión fotográfica del Air Force One, nuevo avión presidencial, mientras sobrevolaba la ciudad de Nueva York, fue caótica. A pocos metros de altura y acompañado por dos aviones de combate quisieron retratar el Boeing VC-25, que pasó en varias ocasiones cerca de la estatua de la libertad.

Sin embargo, muchos se pensaron que estaría apuntado hacia un rascacielos y que se trataba de un nuevo ataque terrorista, como el ocurrido el 11 de septiembre de 2001.

Nadie había sido prevenido de que esto ocurriría y la gente comenzó a buscar un refugio donde salir ileso del atentado. En algunos edificios, incluso pidieron la evacuación inmediata.

Ni siquiera estaban al tanto el que era entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ni el gobernador de Nueva York, Michael Bloomberg.

Esta sesión fue aprobada por el entonces director de la oficina militar de la Casa Blanca, Louis Caldera, con la intención de sorprender con el nuevo avión presidencial.

Barack Obama fue consciente del hecho a la par que el resto de neoyorkinos por lo que ordenó una investigación que esclareciera lo ocurrido. "Fue un error", explicó Obama. "Fue algo que nos encontramos junto con todos ustedes. Y no va a volver a ocurrir ".

"¿Por qué el Departamento de Defensa quería hacer una foto alrededor del sitio de la catástrofe del World Trade Center?", dijo Bloomberg . "Falta de juicio sería una buena manera de decirlo, pero lo hicieron".

"Este probablemente no es el trabajo adecuado para el Sr. Caldera si él no entendía la reacción probable de los neoyorquinos y del alcalde", aseguraba George W. Bush, asesor de seguridad nacional.

El responsable, poco tiempo después, pidió perdón por lo ocurrido y asumió la responsabilidad de lo que había pasado. “Me disculpo y asumo la responsabilidad por cualquier angustia que provocó el vuelo” y, menos de dos semanas después, Caldera renunció al cargo.

Esta desagradable anécdota costó a los contribuyentes más de 328.000 dólares.