Es el puesto más importante del Gobierno y por eso todos los focos se han centrado en él. Rex Tillerson, hasta ahora director ejecutivo de ExxonMobil. Un cargo al que ascendió gracias a los negocios que consiguió en Rusia y por los que tiene una especial relación con Putin.

No es la única polémica del nuevo Gobierno. El próximo secretario del Tesoro trabajó para el banco de inversiones Goldman Sachs. Steve Mnuchin es también controvertido por sus ganancias millonarias gracias a la crisis de las hipotecas basura que dejó a miles de personas sin casa.

Betsy DeVos, la nueva secretaria de Educación, defiende la financiación pública de escuelas privadas. Por su trayectoria, se espera que sea el azote de los sindicatos de profesores.

También se prevé combativo el secretario de Trabajo, contrario a la subida del salario mínimo. Hasta hora era presidente de una cadena de comida rápida famosa por la precariedad laboral y por sus anuncios sexistas.

Su futuro director de Protección Ambiental ha denunciado varias veces a esa agencia por sus normas en defensa de la energía limpia. Como Trump, cuestiona el cambio climático y además está vinculado a las industrias petrolera y el gas.

Lo mismo le ocurre al nuevo secretario de Energía. Rick Perry ha tenido que dejar su puesto en varios consejos de administración del sector, incluido el de la empresa que construye el oleoducto de Dakota.

El proyecto pone en peligro el río Misuri y tierra indígena, por eso ha sido paralizado por la administración Obama. Trump ya ha dicho que levantará el veto.