Schmidt, de 48 años estuvo a cargo de las comunicaciones entre Volkswagen y las agencias reguladoras de Estados Unidos entre 2012 y 2015 y ha recibió la máxima sentencia y multa posible por el caso. El exdirectivo, fue el primer detenido por las autoridades por el fraude de los motores diésel y desde entonces se encontraba en prisión.

El exejecutivo se declaró culpable de participar en una trama para ocultar las emisiones reales de los vehículos. Otros seis ejecutivos de la compañía han sido encausados por el escándalo y se enfrentan a penas de prisión en Estados Unidos. Anteriormente ya había sido condenado James Liang, el ingeniero responsable de que los motores diésel cumplieran las normas de Estados Unidos.

Según se estableció durante el juicio, Schmidt supo de la existencia del software para trucar los motores, pero no informó a las autoridades estadounidenses durante las conversaciones que mantuvo con los reguladores.

Entre 2012 y 2015, Schmidt residió en Estados Unidos y fue el responsable de garantizar que los vehículos de Volkswagen cumpliesen las regulaciones estadounidenses sobre emisiones. Poco antes de que estallase el escándalo, fue ascendido y regresó a la sede del fabricante de automóviles en Alemania, desde donde desempeñó un papel clave en responder a las agencias reguladoras de Estados Unidos sobre el trucaje de los motores diésel.

En septiembre de 2015 se supo que la compañía había trucado durante años los motores para ocultar que sus emisiones de óxidos de nitrógeno, un producto cancerígeno, que eran muy superiores a lo permitido por la legislación estadounidense. El fabricante reconoció poco después el trucaje de unos 600.000 automóviles en Estados Unidos y el año pasado se comprometió a pagar más de 25.000 millones de dólares en multas e indemnizaciones en Estados Unidos.