Los detractores de esta medida creen que si España respaldase la autogeneración de energía solar los beneficios serían enormes e inmediatos: menos emisiones contaminantes, menor consumo de combustibles fósiles, mayor eficacia en la red de distribución eléctrica...

Además, se reduciría de forma considerable la factura eléctrica. Y este es el gran problema para los críticos del autoconsumo. La mitad del recibo de la luz que pagamos los españoles no es por nuestro consumo individual: en parte se destina a sufragar el déficit de tarifa con las compañías eléctricas.

También sirve para pagar la moratoria nuclear, las subvenciones a energías renovables o el suministro energético a Canarias y Baleares. Si los ciudadanos pagásemos menos gracias al autoconsumo, España tendría que idear otra forma de costear esos gastos.