Punto y final. En octavos llegó. En octavos fue, contra el anfitrión, contra Rusia, cuando España se despidió del Mundial. Fue en los penaltis, en los siempre dramáticos penaltis, cuando los de Hierro cayeron. Cuando hincaron la rodilla. Cuando pusieron el cierre a uno de los peores encuentros que se recuerdan de la historia reciente de la Selección. Sin tensión, sin velocidad y sin movimiento, los de Hierro vuelven para casa 14 días antes de tiempo.

Pero si algo ha quedado claro, aparte de lo que dice el resultado, es que el tiempo pasa. Es que las cosas cambian y que, claro está, los rivales se adaptan. Y ahí tan solo queda una solución, y dicha solución se resume en un verbo: evolucionar. Saber que con lo que se ganó en 2010 no basta y que hace falta algo más. Que hace falta dar algo más.

Porque si nada cambia todo sigue igual. Y el guión ante Rusia fue el mismo que llevamos viendo desde hace no pocos años. Rival atrás y bien ordenado. Sabedor de que tener el centro controlado es vital, y que las bandas se pueden regalar. Con la defensa asentada, basar el ataque en el contragolpe. En el pase en largo y rápido. Y así, España fue incapaz ante Rusia.

La misma idea de siempre; los mismo problemas de siempre

Mucho se dijo tras Marruecos, y poco se hizo a la hora de tomar decisiones. Distintos nombres, pero misma idea y misma táctica. Nada de 4-4-2 con Iago Aspas y Diego Costa arriba. Nada de Saúl, que parece que está pero no porque Hierro quiera que esté. Y lo peor, que el encuentro comenzó muy de cara para España con un gol en propia puerta de Ignashevich al saque de una falta.

Más de mil pases, sumando prórroga, y el primer gol llegó en una jugada a balón parado. Al igual que el 2-2 de Diego Costa ante Portugal, por no hablar del balón largo en el 1-1 en dicho partido o el tanto de rebote del 19 contra Irán. Sí, tanto pase para que los goles lleguen así. Y los goles son lo que cuentan.

Lleguen como lleguen. El de Rusia, el que supuso el 1-1, llegó tras un claro penalti por manos de Pique. Lo transformó Dzyuba, ante un De Gea que tampoco tuvo demasiado trabajo. No es que fuera necesario, pues Rusia ni salió ni quiso salir de su área. Estaba cómoda. Feliz. Contenta. Esperando atrás a un saque de esquina ante una España que, salvo Isco, no tiene claros varios conceptos del fútbol.

Movilidad mínima en ataque ante el muro ruso

Básicos además, como son el desmarque, el movimiento, la llegada de segunda línea, el disparo desde fuera del área y las llegadas por banda ante las defensas tan cerradas... Con el hermetismo del estilo, España ni supo ni pudo meter mano a una Rusia que se dedicó a observar los infinitos pases en plan rondo de los de Hierro en estático. Sin peligro para Akinfeev. Sin cambios. Sin solución.

Sin tensión, ni delante ni en un sistema defensivo que tenía temblor de piernas cuando los rusos, pocos eso sí, se lanzaban en avanzadilla en busca del gol. Tan solo cuando la prórroga estaba ya avanzada se buscó algo diferente con Rodrigo por Asensio. Por fin, y después de 103 minutos de lentitud, se pretendió lo distinto con un 4-4-2. Con Aspas y el del Valencia en punta. El rival invitaba, pero el gallego salió por Diego Costa en vez de probar el doble '9'. Rodrigo, en el 108, protaginizó posiblemente la acción más peligrosa para España.

Los penaltis cierran la participación de España

Ante eso, los penaltis eran el final más posible y probable. Y ahí se acabó. Ahí se puso fin la misión de la segunda estrella de España. Ante eso, los penaltis eran el final más posible y probable. Y ahí se acabó. Ahí se puso fin la misión de la segunda estrella de España. Koke y Aspas fallaron sus lanzamientos. Toca pensar en 2020. Toca pensar en el futuro y dejar atrás el pasado.