Cumplía 300 Grandes Premios, pero ni aún con esa efeméride pudo sonreír al final de la carrera. No por él, sino porque de nuevo el McLaren decidió que ya había hecho bastantes kilómetros. Fernando Alonso 'celebró' desde el garaje un GP de Canadá que acabó con victoria de Sebastian Vettel, con Carlos Sainz octavo y con él noqueado por su monoplaza en la vuelta 42. Y ya van... demasiadas veces para un bicampeón del mundo de F1.

Ya van demasiadas las veces que el coche es el que no va, bien porque no corre o bien porque aparte de no correr se rompe. En Canadá, en la clasificación, la falta de ritmo fue alarmante pero solventada por una buena velocidad en carrera. Porque Alonso, con el MCL33, compitió hasta que no pudo seguir compitiendo. Porque no solo solventó con reflejos el espectacular accidente entre Hartley y Stroll, sino que hasta su nuevo K.O. tenía un vuelta a vuelta por encima de los Renault.

Y por encima de un Force India al que cada vez tenía más cerca. Le costó, pues con el ultrablando ni tan siquiera pudo sobrepasar a un Leclerc que está haciendo maravillas con el Sauber. Pero con el superblando se soltó, y poco a poco, desde la décima posición virtual que le daba un punto, buscaba esa novena plaza y, por qué no, estrechar el cerco con un Carlos Sainz que acabó octavo con Ocon en su retrovisor.

Pero no, no animó la zona media de la tabla Fernando. No pudo. No lo hizo porque el coche dijo basta. Otra vez lo dijo. Fueron los escapes los que dijeron 'hasta aquí hemos llegado'. En una vuelta perdió toda su renta con los de detrás, dejó de ver a Ocon delante y escuchó por la radio el 'trae el coche de vuelta'. Lo llevó, pero sin dar las 70 vueltas que hay que dar en el GP de Canadá. Sin ver una bandera a cuadros que Vettel vio en primer lugar.

Y dos veces además, pues por error se mostró una vuelta antes. Sebastian, con el Ferrari, controló de principio a fin la prueba. Mantuvo a distancia a un Bottas que tan solo soñó con hacerse con la victoria al comienzo, y que perdió ritmo y moral conforme pasaban los minutos. Mucho monoplaza fue el de Maranello para el Mercedes, y mucho sufrió Hamilton quedando por momentos relegado a la sexta plaza.

Fue quinto, tras Ricciardo y Verstappen. Los dos Red Bull, esos coches en los que se fijaban en McLaren en invierno como meta que alcanzar conforme pasasen las carreras. Va a ser que, de momemnto, no, y es Renault el equipo que más cerca parece estar del trío de cabeza. Sainz fue octavo, y Hulkenberg séptimo. Con buen ritmo. Con buenas maneras. Con un camino correcto que seguir para, por qué no, soñar con algo más en este Mundial.

El siguiente Gran Premio será en su casa. En Francia. En un asfalto que la F 1 no pisa desde hace años. Dos semanas quedan, muy largas se harán para unos y muy cortas para otros. Mientras, Vettel puede saborear la dulce visión de verse nuevamente como líder del Mundial.