Se presentaba como una de las finales de Copa más politizadas y lo fue. A la pitada de otros años se le sumaba un nuevo gesto reivindicativo: teñir de amarillo el fondo de la hinchada culé con camisetas y banderas de este color. Muchas fueron requisadas en algunos de los accesos al estadio.

El Ministerio de Interior pedía respeto a las normas haciendo alusión a la ley vigente contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte por la que se podían requisar artículos que pudieran provocar episodios de violencia como pancartas o prendas amarillas con mensajes independentistas que fueron retiradas. Las banderas esteladas sí pidieron entrar en el campo.

Acción policial que el presidente del Club Barcelona denunciaba: "Es incomprensible y evidentemente nos deben dar una explicación". A su llegada al Estadio, el rey era recibido con aplausos. Dentro, una vez comienza a sonar el himno, comienza el desacuerdo entre los aficionados. Final de Copa en la que de nuevo la política tuvo gran presencia.