A Simeone le está costando aprender. Quizá porque sea así. Quizá porque dicen que de las derrotas se aprende y él acostumbra a ganar en el Atlético. Pero le cuesta. Le cuesta salir del guión. Le cuesta entender que no se puede vivir ni se debe sobrevivir siempre con un 1-0. Lo quiso hacer de nuevo y le salió rana. Le salió mal. Le costó tres puntos a su equipo. Con todo a favor, y ante un Girona que apenas creaba peligro, el Cholo decidió reservar como de costumbre dando como resultado un empate. Un empate que sabe y mucho a derrota en el Wanda Metropolitano.

Y es que son otros tiempos. Deben ser otros tiempos. Pero más bien parecen ser otros tiempos. Con Diego Costa, el Atlético ha ganado algo. Quizá gol, quizá brega... quizá empuje y espíritu. Pero aunque parezcan ser otros tiempos hay cosas que nunca cambian. Cosas que a veces funcionan y otras veces no. La táctica Simeone, la de gol, pasito para atrás y a ver si llega la contra tiene un pero. Un pero grande. El pero de que el equipo contrario también juega.

Porque el Atlético hizo lo que tenía que hacer. Y además lo que tenía que hacer lo hizo bien. Seguros en defensa, tranquilos, manejando el partido y a un rival que ya les dio un más que importante susto en Montilivi... Sí, parecía que no iba a suceder lo mismo que en la primera jornada. Porque con Diego Costa parecen ser otros tiempos.

Se nota la presencia del 18. No solo por su presencia en el área sino también por lo que hace fuera de ella. Se desmarca, se mueve y aguanta la pelota a la espera de compañía. Y desespera a una defensa que no sabe cómo tirarle. Ni Bono pudo hacerlo, y por eso llegó el 1-0. Diego se desmarcó y Thomas le vio. Se la dejó a Griezmann para que, de frente y sin portero, empalara a la red. Y, de nuevo, volvió a pasar.

Volvió el Atlético a irse para atrás, tanto por idea de juego como por cambios. Quizá olvidando el 'partido a partido' y pensando en el Sevilla, o quizá porque directamente es que es así. En el minuto 70, Diego Costa y Griezmann, los encargados de atacar, ya estaban en el banquillo. Entraron Gameiro y Koke, para buscar velocidad y fortalecer el mediocampo. Y entonces, el Girona dijo que en el Metropolitano también jugaba otro equipo más.

Otro equipo que, como todos, si le dejas sabe hacer. Y lo hizo porque el Atlético así se lo permitió. Un despeje bastante cuestionable de Koke que recorrió más altura que longitud acabó con Portu batiendo a un Oblak que ya había salvado antes a los suyos y que poco pudo hacer en el 1-1.

Quedaba tiempo, tiempo en el que al Atlético le entraron las prisas. En el que se fue hacia arriba, juston donde dejó de irse para insuflar vida a un equipo que apenas le atacó hasta los cambios. Con Vitolo y sin Vrsaljko nada fue diferente. El problema ya estaba hecho y el daño causado. La solución era el 2-0 y no el 1-0 para sufrir, como siempre, y acabar empatando con opciones de derrota. Este es el Atlético, un Atlético en el que parece que son otros tiempos, pero en el fondo siguen siendo los mismos.