Seis horas han tardado dos expertos buzos británicos en llegar hasta los 12 chavales tailandeses atrapados en una cueva y su monitor. Lo primero ha sido saber si todos estaban bien, y tras ello, tranquilizarles. "Somos los primeros, pero va a venir más gente", decía uno de los buzos.

Desde el interior de la cueva, los pequeños respondían: "¡Tenemos hambre!". Los niños están visiblemente más delgados después de haberse mantenido a base de agua de lluvia filtrada, pero no presentan heridas de importancia.

"Vamos a sacaros unas fotos para que todos os vean sanos y salvos", les decía uno de los buzos. Y están así gracias a un recoveco en lo alto de una de las grutas inundadas, a unos 4 kilómetros de la entrada.

Ya les han hecho llegar algo de alimento y algunas medicinas a la espera de llevarles más luz. Mientras, tratan de tender una línea de comunicación con el exterior, donde sus familias esperan ansiosas a hablar con ellos explicando que "hoy es el mejor día".

Se trata de que los trece estén lo mejor posible en esa cueva en la que se quedaron atrapados hace 10 días cuando la exploraban y que mide 10 kilómetros en total, porque pueden tardar meses en salir de allí.

Mientras se afanan por achicar agua de las grutas antes de que vuelvan las lluvias, los expertos buscan la mejor solución, que pasaría por esperar a que la naturaleza siga su curso y las aguas bajen o enseñarles a bucear entre aguas revueltas y serpenteantes.