El Real Madrid afrontaba una jornada clave en la lucha por el título liguero. Una victoria ante el Sevilla en el Pizjuán le daba medio título a los blancos, incluso un empate habría sido un buen resultado. Tras lo vivido en la Copa del Rey, el partido iba a ser de alto voltaje y, antes de que el balón echase a rodar, Zidane sorprendió a todos.

Tres centrales de inicio: Ramos, Varane y Nacho. Esa fue su decisión para amarrar el centro del campo con Marcelo y Carvajal con las bandas para ellos solos, apostando por un 3-5-2 inédito hasta la fecha para el Madrid.

Este cambio fue para intentar abordar la defensa de tres que solía usar Sampaoli, que esta vez apostó por un 4-2-3-1 que tampoco le fue mal. El partido fue una partida de ajedrez, con más control que fútbol vistoso, pero con el paso de los minutos el Madrid parecía tener el partido donde quería.

El 0-1 cambió todo

El punto de inflexión fue el 0-1. Cristiano Ronaldo marcó el penalti que se supone que daría la tranquilidad a los blancos, pero a partir de ahí llegó la relajación y el agotamiento en el centro del campo blanco.

Casemiro y Modric, que completaron un buen partido, acabaron exhaustos. Las entradas de Sarabia y Jovetic fueron claves para dar aire al Sevilla, mientras que Zidane se conformaba con un único cambio: Kovacic por Kroos. Extraña teniendo a Morata o Lucas Vázquez en el banquillo que el francés no usase más cambios y ahí estuvo su error.

Con Benzema y Ronaldo desaparecidos en combate, el centro del campo se vio desbordado, dando lugar a las entradas de Iborra y un imperial N'Zonzi desde segunda línea. También Vitolo y Nasri aparecieron en la segunda parte como puñales y, de las botas de uno de los cambios, apareció la remontada.

Sampaoli ganó a Zidane

Sarabia colgó un centro envenenado que Ramos se remató en su propia portería. Ese gol hizo que el Madrid tuviese más dudas y Zidane seguía sin mover su banquillo. Tampoco tuvo su mejor partido Keylor Navas, que estaba mal colocado en el segundo gol del Sevilla.

Al final, el récord se esfumó cuando parecía que la racha se iba a alargar hasta los 41 partidos sin perder. Zidane golpeó primero, pero Sampaoli respondió después en lo que fue una batalla en los banquillos que pudo resultar decisiva por la Liga.