¿Qué tienen en cómun 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', un paquete de compresas, el pulverizador de un limón y una caja de Gelocatil? La respuesta: que todos fueron Premio Nacional de Diseño; tanto el cartel de la película de Almodóvar, obra de Juan Gatti, como estos simples productos que usamos cada día.

El diseño ya no es solo sinónimo de lujoso e inaccesible. "Tradicionalmente, el diseño empezó como algo elitista y que en casa no lo ibas a tener nunca. Eso, afortunadamente, empieza a revertirse", explica Soledad Hernández, presidenta de la Asociación de Diseñadores de Madrid.

Está en todas partes. También, a pie de calle, como los cajeros de La Caixa. Pasamos todos los días delante de ellos y los usamos sin saber que su disco amarillo les valió el máximo galardón de diseño en España. Y cómo olvidar la colonia de 'Agua Brava', que se llevó el premio nacional de diseño de 1988. Pero hay muchos más.

Diseños como el de los trenes Talgo han sido algunos de los puntos fuertes que han llevado a Arabia Saudí a fijarse en empresas como la española para completar su flota de trenes con destino a la Meca. Diseños de antaño o algo más modernos para exprimir el talento más allá de sillones, lámparas o carteles, como lo demuestran las dos líneas rojas del paracetamol más famoso.

"Detrás hay un gran equipo de profesionales de investigación, de desarrollo técnico, de usabilidad, de economía para que al final tenga un producto que sea muy fácil de usar", cuenta Jaime Moreno, Premio Nacional de Diseño en 2015. Porque, ya sea en una caja de zapatos, compresas o, incluso ahora, frente al televisor, todo lo que ven es diseño.