Vaya terremoto se montó con el gol de México a Alemania. En Ciudad de México, dos sismógrafos se activaron nada más marcar los mexicanos. Pero hay que tomarlo con cautela porque eso no es suficiente para provocar un seísmo. Los terremotos artificiales son vibraciones provocadas en la tierra de manera no natural, aunque hay que coger esa definición con pinzas.

Los sismógrafos registran cualquier temblor, por pequeño que sea. Y más si se encuentran cerca de la zona donde se producen. Son vibraciones provocadas por la actividad humana, pero no se puede hablar de seísmos. El fútbol produce muchos de esos temblores. Lo ha provocado en México y también en Barcelona el año pasado. Con el 6-1 de Sergi Roberto al PSG, el Camp Nou casi se viene abajo: la celebración del gol fue captada por los sismógrafos. Los estadios están más que acostumbrados a las vibraciones.

En 2016, durante el concierto de Bruce Springsteen, los saltos de las 65.000 personas que abarrotaron el mismo Camp Nou quedaron registrados en el sismógrafo de un centro ubicado a 500 metros. Para los científicos, estas vibraciones son una broma, pero hay otras que se las toman mucho más en serio. Está demostrado que el fracking provoca temblores en la tierra. Esta técnica usada para extraer hidrocarburos provoca mucho impacto en la tierra y desencadena movimientos sísmicos en zonas que deberían estar en calma.

Algo parecido ocurre con los rascacielos. Son tan altos y su peso ejerce tanta presión sobre el suelo que al final acaba provocando el movimiento de las capas internas de la tierra. Algo que ni 1390 millones de chinos podría provocar. Quién no ha oído eso de "si se ponen todos los chinos a patalear a la vez provocarían un terremoto". Pues es falso. Hay muchos chinos, pero la Tierra es demasiado grande... incluso para ellos.