El terreno de juego ha sido el nuevo recinto de esta cita madrileña, que ha acogido de nuevo a 80.000 personas, pero sin los problemas de acceso del día anterior, para disfrutar de un cartel que ha acogido conciertos en su primera parte de Real Estate, At The Drive In, Ben Howard, James Bay y Snow Patrol.

Del relativo sopor que han dejado éstos se ha despertado Mad Cool con un concierto electrizante a cargo de Jack White en el que el estadounidense ha retozado entre hard rock grueso, "groove" lastrado con alma de blues y guitarras espídicas y volátiles entre medias.

En casi todos los páramos se ha detenido en su concierto y de todos ha salido triunfante, especialmente con la "soulera" y orgiástica "Connected by love" o con un "Seven Nation Army" final, inapelable de su etapa con White Stripes, que ha levantado de su sitio hasta al hombre o mujer tirado en el último rincón de estos 200.000 metros cuadrados de césped artificial.

El pescado parecía vendido con esa concepción de rock sucio y distorsionado cuando a continuación han irrumpido desde el Reino Unido los exquisitos e impolutos Arctic Monkeys.

Cuando Mad Cool anunció su mediática presencia con "Tranquility Base Hotel & Casino", uno de los discos del año tanto por la espera (un lustro sin novedades), como por su controvertido viraje de estilo o su calidad, el primer pensamiento iba contaminado de alarmas: ¿Era este álbum poco dado a la inmediatez el indicado para el formato de festival? Quizás Alex Turner y compañía pensaron lo mismo, que su más reciente trabajo se saborea mejor en el reposo del hogar, porque en los conciertos de su actual gira, incluido el de hoy, interpretan un popurrí de toda su discografía, desde el inicial "Whatever People Say I Am, That's What I'm Not" (2006).

Así pues, todo el mundo contento, al menos el máximo común de los asistentes, cada vez más británicos entre ellos, que han brincado y cantado al son de cortes seminales como "I Bet You Look Good on the Dancefloor" o "Do I Wanna Know?", con esa progresión de bajo que es como asomarse a un desfiladero. Imponente ha sido ya su aterrizaje sobre el escenario bajo los acordes del reciente "Four Out Of Five", con un Turner metido completamente en el papel de chulo setentero de trastienda a lo John Travolta en "Pulp Fiction" (pelo engominado, gafas XL translúcidas, camisa abierta con el cuello por encima de la chaqueta y cadena de oro sobre el pecho).

"Esta noche es la noche", ha pronosticado antes de desatar la tormenta de "Brianstorm" o ampliar su pose de abusón del rock con la vacilona "Don't Sit Down 'Cause I've Moved Your Chair", plantado delante de un luminoso gigante en el que podía leerse sencillamente "Monkeys".

Difícil tesitura para quienes aspiraban a abandonar su concierto antes de tiempo y encaminarse hacia el de Alice in Chains, una de las muchas coincidencias criminales de este cartel inasumible, que también ha solapado a White con Perfume Genius y Sampha.

Ocho años han pasado desde que los veteranos Alice in Chains pisaran Madrid para deleitar a sus seguidores con sus influencias de heavy metal y post-punk, aunque en el Mad Cool han tenido que conformarse con uno de los escenarios pequeños. Aún con la potente competencia en la otra punta del recinto, no han sido pocos los que han preferido a los de Seattle frente a los de Sheffield, y Jerry Cantrell, Sean Kinney, Mike Inez y William DuVall no han defraudado con un buen repertorio a sus fieles, a los que, eso sí, han hecho esperar unos minutos más de la hora estipulada.

Pasada la madrugada, la banda fundada hace más de tres décadas saltaba al escenario con sus potentes guitarras y su estridente batería, así como con la renovadora voz de DuVall tras la pérdida, en 2002, del vocalista fundador de Alice in Chains, Layne Staley. "Muchas gracias por venir", comenzaba el cantante estadounidense, seguramente sabedor del dilema para elegir, antes de interpretar cortes como "Them Bones", "Nutshell" o "No excuses", enturbiados por un sonido nada homogéneo en el que la voz quedaba a ratos eclipsada por los instrumentos, como ha hecho notar la gente en Twitter.

Y para los postres de la noche, de nuevo platos principales, porque cerca de las dos de la mañana sonaba a plena potencia el concierto de Franz Ferdinand, en su tercera incursión en Madrid en menos de un año.