A Ferdinando le gusta descansar y oler las flores. No quiere ni oír hablar del toreo, pero a sus compañeros les pasa todo lo contrario, y aprovechan la mínima ocasión para demostrar su bravuconería.

La historia de este toro español que no quiere hacer de toro tiene ya 81 años y puso de los nervios al mismísimo Franco, que nada más acabar la Guerra Civil lo prohibió. El dictador no concebía que un toro no quisiese ser lidiado.

A Franco, Ferdinando le olía a izquierda, a conspiración y a República, mientras que a su colega Hitler le pasaba algo parecido, ya que no podía concebir que un individuo fuese en contra de lo establecido. Lo quitó de las librerías alemanas e incluso mandó quemar todos sus ejemplares, tachándolo de "propaganda democrática degenerada".

Pero esa "propaganda" estaba siendo un éxito en todo el mundo, llegando a traducirse en más de 60 idiomas y vendiéndose, solo en EEUU, cuatro millones de ejemplares.

Fruto de aquel éxito y de llevar la contraria a los nazis, nada más morir Hitler, las fuerzas aliadas imprimieron 30.000 copias de 'Ferdinando el Toro' y las repartieron entre los niños alemanes de forma gratuita durante la misión de paz en Alemania. Hasta Gandhi usó el cuento para difundir su mensaje de paz.

Disney, que siempre ha estado al quite cuando algo tiene éxito, vio un filón en el cuento y lo convirtió en cortometraje en el que, con la Guerra Civil de nuestro país cerca del final, hicieron a Ferdinando protagonista de una España "mexicanizada". El toro pacifista acabó llevándose el Oscar al Mejor Cortometraje de Animación en 1939.

78 años después, Ferdinando vuelve al cine a oler las flores. Ahora se llama Ferdinand, cosa de los nuevos tiempos, pero la historia es la misma. Es un toro que quiere demostrar que no tiene que usar su fuerza para demostrar virilidad, y eso con toda la Plaza de Toros de las Ventas mirándole, es tener mucho valor.