Eurovisión es espectáculo. Sí. Luces y pirotecnia, trajes con lentejuelas, fuego, robots, pero también reivindicación. Un festival de música con más de 200 millones de espectadores en todo el mundo, convertido en un potente altavoz.

Las reglas prohíben cualquier canción con mensaje político, pero no dicen nada sobre denunciar problemas como la crisis de los refugiados, que Francia ha llevado hasta Lisboa, para contar la historia de Mercy, una niña a la que rescataron de un bote en el Mediterráneo. "Es una canción con un mensaje de esperanza para Europa", explica la representante francesa.

Esa Europa que ha vivido estos últimos años amenazada por el terrorismo, contra el que cantaba Italia. "Esperamos que ese mensaje se amplíe sobre el escenario Eurovisión", señalan los representantes italianos.

Y otro mensaje, el feminista, también se ha sentido en este Festival, el de Israel. "No soy tu juguete, chico estúpido", decía Israel en una canción contra el machismo.

Que se trasladen este tipo de mensajes a audiencias tan plurales sirve a los políticos para saber por dónde discurre el interés de los ciudadanos y las preocupaciones sociales, Antonio Obregón, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Aragón.

Así lo explican quienes analizan el trasfondo sociocultural y político del certamen, y que también recuerdan otra de las reivindicaciones más recientes. La de Conchita Wurst, en defensa de la diversidad sexual del colectivo LGTBI. Eurovisión, un reflejo de la Europa actual, más allá del espectáculo.