El productor Keigo Oyamada -nombre real de Cornelius- ha hecho cosas que aún no se habían visto en esta edición del Sónar: un solo de guitarra eléctrica en la primera canción, tocar el Theremin (ese instrumento psicodélico que parece sacado de un film de Star Trek) e incluso ha parecido por momentos una banda de rock duro o punk.

Acompañado por cuatro músicos con sintetizadores, bajo, batería y teclado, el japonés ha demostrado toda su virtuosidad con la guitarra y ha dejado al público perplejo con un repertorio marcado por la potencia de su directo y con un espectáculo audiovisual en el que los vídeos han seguido siempre el compás de la música.

Cornelius ha salido al escenario detrás de unas telas negras sobre las que se ha proyectado un vídeo hipnótico, con sonidos acuáticos incluidos, y en el que han mostrado en letras gigantes el nombre de su último álbum, 'Mellow Waves' (2017), el primero en solitario desde la publicación de 'Sensous' en 2006.

El músico y productor japonés saltó a la fama como parte del dúo Flipper's Guitar, uno de los máximos referentes del Shibuya-kei, un movimiento musical surgido en Japón a finales de la década de los 80, que combinaba elementos electrónicos con el jazz y la música popular japonesa.

Cornelius ha cerrado su actuación con la misma proyección audiovisual con la que ha empezado el concierto, demostrando que ha calculado todo y ha procurado ofrecer un espectáculo circular, y se ha despedido junto a toda su banda con una reverencia al público, como han hecho desde siempre las grandes bandas de rock.

Tras el japonés, ha saltado al escenario SónarHall el italiano Lorenzo Senni, que ha dejado caer toda la intensidad de su trance y ha puesto a bailar al público con una mezcla caótica de sonidos estridentes y bajos golpeadores, que ha acompañado en todo momento con un juego de luces y láser no apto para epilépticos.