Es el resultado de mezclar dióxido de carbono con agua e inyectarlo bajo tierra en una zona volcánica: al abrir un tubo instalado bajo tierra, encontramos una roca. "Hemos visto que se produce una reacción entre el CO2 y las rocas, y se mantiene como un mineral más en el subsuelo", explica Martin Stute, Hidrólogo del Lamont-Doherty Earth Observatory.

Es la primera vez en la historia que se consigue de forma segura, utilizando el 98% del CO2 que emite una planta geotérmica de Islandia, la mayor del mundo. "La idea es devolver el dióxido de carbono al lugar de donde salió", señala Edda Aradottir, responsable del proyecto.

Lo sorprendente es que los científicos pensaban que convertir este gas en roca podría tardar siglos, sin embargo, el proceso solo ha llevado dos años. Esto podría ayudar en un futuro no tan lejano a reducir las emisiones y a frenar el calentamiento global. "A raíz de la publicación de este artículo estamos todavía en los primeros pasos de lo que podría ser esta aplicación, puede que en el futuro tenga éxito o puede que quede simplemente en una cosa demostrada a escala pequeña, pero que cuando se intente llevar a escala más grande demuestre que no es viable", aclara Roberto Martínez, del Instituto Geológico y Minero de España.

Para los ecologistas, sin embargo, inyectar dióxido de carbono en la tierra, no es la solución. "La captura y almacenamiento de carbono para Greenpeace no es una solución frente al cambio climático, tenemos que apostar por un sistema energético que esté basado solamente en las energías renovables", asegura Tatiana Nuño, responsable de cambio climático de Greenpeace. El reto para los científicos es convencer ahora a otros países de que a gran escala este proceso puede mejorar la salud de nuestro planeta.