Los roedores que crearon tenían niveles más altos de una proteína llamada cadherina, que ayuda a unir las células. En el cerebro, la cadherina ayuda a fortalecer las sinapsis entre las neuronas, las brechas que los impulsos eléctricos deben atravesar para producir cualquier acción o función controlada por el cerebro, como respirar, caminar, aprender una nueva tarea o recordar.

El aprendizaje, incluyendo el aprendizaje sobre el placer inducido por una droga estimulante, requiere un fortalecimiento de ciertas sinapsis. Así que Shernaz Bamji, profesora del Departamento de Ciencias Celulares y Fisiológicas de esta universidad, pensó que la cadherina extra en el circuito de recompensas haría que sus ratones fueran más propensos a la adicción a la cocaína.

Pero ella y sus colaboradores encontraron lo contrario, como explican en un artículo publicado en 'Nature Neuroscience'.

Bamji y sus colaboradores inyectaron cocaína en ratones durante varios días e inmediatamente los colocaron en un compartimiento decorado de manera distinta en una jaula de tres habitaciones, para que pudieran asociar la droga con ese compartimento.

Después de varios días recibiendo cocaína de esta manera, se les puso en la jaula y se les permitió pasar tiempo en los compartimentos que ellos preferían. Los roedores normales casi siempre tendían a ir al compartimento asociado a la cocaína, mientras que los ratones con extra de cadherina pasaban la mitad de tiempo allí, lo que indica que estos animales no habían formado recuerdos fuertes del fármaco.