A simple vista, ese islote rocoso no ofrece mucho atractivo en los 300 metros que sobresale sobre el nivel del mar, pero es una vez dentro del agua, en sus 4.000 metros de profundidad, cuando deslumbra toda su riqueza.

La idea de esa diversidad escondida es la que se ha querido llevar a la superficie en el acuario de Nausicaá, el Centro Nacional del Mar en la localidad de Boulogne-sur-Mer, en el norte de Francia.

Su nueva exposición permanente, la única en el mundo de alta mar, ha requerido la construcción de un espectacular tanque de 10.000 metros cúbicos, donde se hallan algunas de las mismas especies que habitan ese remoto enclave como tiburones, mantas y arenques.

"Hemos elegido Malpelo, por donde circulan corrientes marinas que pasan también por las islas Galápagos y por las que se mueven peces migratorios. La vida allí es extraordinaria", afirma a el director de Nausicaá, Philippe Vallette.

La muestra comienza con un viaje sonoro y visual a las profundidades del océano, ese universo en gran parte desconocido, en el que un grupo de medusas, concretamente ortigas de mar del Pacífico, dan la bienvenida con sus pomposos tentáculos.

No falta la reproducción de una falla submarina de siete metros donde se aprecia el movimiento de los peces a diferentes alturas, ni tampoco las cuevas y los abismos que tantos tesoros secretos siguen albergando.

Al otro lado del cristal se ven bancos de pequeños peces y otros animales mayores, como tres meros gigantes. En el gran tanque, que incluye un túnel de 18 metros, se concentran muchas de las especies que, sin proceder directamente del área protegida de Malpelo, recrean lo que hay allí, según Vallette.

El responsable precisa que han traído de Australia diez ejemplares de tiburón martillo que se están adaptando, mientras que otras especies han sido cultivadas para el acuario en exclusiva en piscifactorías de Asia y EEUU.