"No me importa un carajo lo que me pase, ¡quiero a Santiago con vida!". Este es el grito del hermano de Santiago Maldonado, activista desaparecido hace un mes.

El joven, de 28 años, se unió a una protesta de la comunidad Mapuche en la Patagonia y, desde entonces, no se ha vuelto a saber nada de él. "Ser activista medioambiental, en particular América Latina, es una de las labores más peligrosas a las que se pueden dedicar, y, a veces, es incluso mortal", explica Maribel Tellado, responsable de campañas globales de Amnistía Internacional.

En lo que va de año, 117 activistas medioambientales han sido asesinados, una cifra que ha ido en aumento desde 2014. "Guatemala y Honduras es donde se han registrado el mayor número de muertes de activistas y defensores y defensoras de la tierra, del agua y del medioambiente", añade Tellado.

De Honduras era Berta Cáceres, activista acostumbrada a vivir bajo amenazas de muerte. "Ya he sido amenazada de muerte tres veces en esa zona", declaró. Hasta que el 2 de marzo de 2016, entraron en su casa y la mataron de un tiro. "Se ha hecho aún más conocido el caso por la falta de diligencia del Gobierno de Honduras a la hora de investigar el crimen", señala la responsable de Amnistía Internacional.

El último activista en sumarse a esta lista negra es Wayne Lotter. Después de 30 años luchando por la defensa de los elefantes en África, dos desconocidos le mataron a balazos en Tanzania el pasado 16 de agosto. En 2016, casi cuatro activistas fueron asesinados cada semana, personas anónimas que pierden la vida por proteger el medioambiente.