La opinión de Gates se distancia de la de otras voces autorizadas de la evolución tecnológica como Elon Musk, CEO de la rompedora Tesla que aboga por un modelo de fusión entre máquinas y humanos para evitar ser irrelevantes. Gates apuesta por robotizar la sociedad del trabajo pero con ciertos límites: no se puede permitir que las empresas empiecen a sumar beneficios subidas al carro de la tecnología y sin una regulación legislativa previa.

Eso es lo que reclama Bill Gates. Ve fundamental que los gobiernos del mundo empiecen a fijar impuestos a la empleabilidad de los robots. A priori, parece un planteamiento lógico para impedir una desaparición precipitada del trabajo humano, pero adquiere aún más peso en boca de uno de las voces más autorizadas en inteligencia artificial.

La solución pasa por gravar con impuestos el trabajo de cada robot para poner freno a la expansión de la automatización y financiar al mismo tiempo otros tipos de empleo. "Los gobiernos deberías estar dispuestos a elevar el nivel de impuestos e incluso a ralentizar la velocidad de la automatización", apunta el propio Gates en una entrevista para Quartz.

 

"En este momento, un trabajador genera, digamos, 50.000 dólares con su trabajo en una fábrica; esos ingresos se gravan y se obtiene el impuesto sobre la renta, el impuesto a la seguridad social, todas esas cosas... Si un robot viene a hacer lo mismo, se podría pensar que tributamos al robot a un nivel similar", resume Gates.

El hombre más rico del mundo no viene más que a prevenir de los problemas de una acelerada automatización del trabajo. Bill Gates teme que el hombre se precipite en reemplazarse a sí mismo en el panorama laboral, un escenario que se contempla para alrededor del año 2030.