Son los colores menos conocidos del Orgullo: el azul, blanco y rosa de la bandera trans, más presente que nunca en esta manifestación mundial que lucha por la despatologización transexual. Violeta, madre de una niña trans de 13 años, vislumbra un cambio en las nuevas generaciones: "Los niños no están tan contaminados por la sociedad como los adultos y es mucho más fácil".

Carmen lo ha tenido mucho más difícil y es que ha culminado su transición ya en la cincuentena e insiste, lo suyo no es una enfermedad: "Antes solamente eran maricones, con perdón, o lesbianas no había otra cosa. Yo sabía lo que me pasaba pero no sabía que era".

La lucha de los diferentes colectivos ha acortado la brecha. Se manifiestan por primera vez jóvenes orgullosos de su identidad después de hacer la transición de género. Es el caso de Gabriel y Sheila: "He conseguido realizarme la operación de masculinización del torax y estoy más a gusto".

También los hay orgullosos que deciden no operarse: "Hay gente que ama sus cuerpos y solo quiere cambiar su expresión de género o disfrazarse porque la vida es un poco un disfraz". Quieren ser visibles el día del Orgullo pero también los 364 días restantes, en las escuelas, en sus trabajos y en casa y no tener que ocultarse más.