Esta situación se vuelve más apremiante y sórdida cuando quienes migran son menores de edad, que viajan solos en largos recorridos, con o sin “coyotes”, en condiciones de gran precariedad y siendo víctimas en su trayecto migratorio de situaciones extremas que van desde la insensibilidad de sus condiciones de vida y salud, hasta el abuso y esclavitud sexual, la trata con fines de explotación laboral o la inmersión en las redes del narcotráfico.

La situación de niñas y niños migrantes no acompañados ya generó una crisis durante el Gobierno del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que se afrontó en conjunto con el Departamento de Estado y el Encargado de Asuntos Latinoamericanos y las Embajadas de Estados Unidos en Guatemala, El Salvador y Honduras. En ese momento se estableció una “política” en ayuda de estos países para “detener” la migración de la niñez migrante no acompañada, denominada “Alianza para la prosperidad”, que reforzaba una serie de políticas de Estados Unidos para hacer frente a la migración indocumentada.

Dicha alianza acordó con cada uno de los gobiernos apoyo económico para programas de prevención de la violencia y campañas masivas de comunicación para detener a menores migrantes no acompañados. Así, en estos tres países del triángulo norte se desarrollan campañas radiofónicas y televisivas con mensajes que avisa de consecuencias ligadas a la muerte y el abandono y tratan de sensibilizar para “retener” a quienes posiblemente están pensando en salir, ya sea con o sin coyote.

Con la elección de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos ha aumentado el debate sobre las relaciones entre este país y México y la construcción de un muro fronterizo para atajar la migración que proviene principalmente del Triángulo Norte y de México, país que tiene sus propias políticas migratorias para detener el paso de posibles migrantes desde el Triángulo Norte, también con el apoyo de los Estados Unidos. Dentro de este panorama, y con el debate sobre el muro copando la actualidad, ha quedado fuera de la agenda pública y de los medios masivos la situación que se vive diariamente con retornos de personas migrantes y entre estos, la de los menores migrantes no acompañados, ya sea que los interceptan en México, los captan en Guatemala, o los indocumentados que provienen principalmente de El Salvador y Honduras.

Sabemos que el perfil del migrante, tanto como el mexicano como el centroamericano que viaja a Estados Unidos, ha venido mutando, ya que no es el migrante hombre adulto que deja a su familia. Estamos hablando de migrantes muy jóvenes, menores de edad, en situación de profunda precariedad que ponen en riesgo su vida. Siguiendo a la antropóloga Mexicana Rossana Reguillo, esta profunda precariedad está muy relacionada con el lugar de origen de quienes migran y las razones porque lo hacen, que van desde las precarias condiciones de vida, pobreza extrema, abandono y un creciente nivel de desplazamiento forzado producto de la violencia de las pandillas y el narcotráfico en sus comunidades de origen.

La repercusión mediática que tiene la migración a veces nos hace olvidarnos de la causa que les empuja a salir de sus países: jóvenes que están prisioneros en su barrio producto de las pandillas, la pobreza, la violencia social y la falta de oportunidades. Estos adolescentes y jóvenes no solamente están presos por la violencia sino presos en sus comunidades y las alternativas que encuentran son la migración a Estados Unidos, la migración temporal o el trabajo en maquilas, el narco o el ejército. Los jóvenes, incluso adolescentes, han aprendido a viajar con mucha ligereza. En cosas tan dramáticas como la migración.

Médicos del Mundo colabora con la ONG Refugio de la Niñez, en Guatemala, que presta servicios para complementar la asistencia a menores de edad en albergues y hogares para su protección.

Médicos del Mundo en el Triángulo Norte de Centroamérica